“Jesús entra en Jerusalén. La muchedumbre de los discípulos lo acompañan festivamente, se extienden los mantos ante él, se habla de los prodigios que ha hecho, se eleva un grito de alabanza: «¡Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en lo alto» (Lc 19,38).
Gentío, fiesta, alabanza, bendición, paz. Se respira un clima de alegría. Jesús ha despertado en el corazón tantas esperanzas, sobre todo entre la gente humilde, simple, pobre, olvidada, esa que no cuenta a los ojos del mundo. Él ha sabido comprender las miserias humanas, ha mostrado el rostro de misericordia de Dios, se ha inclinado para curar el cuerpo y el alma.
Este es Jesús. Este es su corazón que nos mira a todos, que mira nuestras enfermedades, nuestros pecados. Es grande el amor de Jesús. Y así entra en Jerusalén con este amor, y nos mira a todos. Es una bella escena, llena de luz -la luz del amor de Jesús, el de su corazón-, de alegría, de fiesta.
Al comienzo de la Misa, también nosotros la hemos repetido. Hemos agitado nuestras palmas. También nosotros hemos acogido al Señor; también nosotros hemos expresado la alegría de acompañarlo, de saber que nos es cercano, presente en nosotros y en medio de nosotros como un amigo, como un hermano, también como rey, es decir, como faro luminoso de nuestra vida. Jesús es Dios, pero se ha abajado a caminar con nosotros. Es nuestro amigo, nuestro hermano. Aquí nos ilumina en el camino. Y así hoy lo hemos acogido. Y esta es la primera palabra que quería deciros: alegría.
No seáis nunca hombres y mujeres tristes: un cristiano jamás puede serlo. Nunca os dejéis vencer por el desánimo. Nuestra alegría no es algo que nace de tener tantas cosas, sino que nace de haber encontrado a una persona, Jesús, que está en medio de nosotros, nace de saber que, con él, nunca estamos solos, incluso en los momentos difíciles, aun cuando el camino de la vida tropieza con problemas y obstáculos que parecen insuperables…, y ¡hay tantos!
Y en este momento viene el enemigo, viene el diablo, tantas veces disfrazado de ángel, y de modo insidioso nos dice su palabra. ¡No lo escuchéis! ¡Sigamos a Jesús! Nosotros acompañamos, seguimos a Jesús, pero sobre todo sabemos que él nos acompaña y nos carga sobre sus hombros: en esto reside nuestra alegría, la esperanza que hemos de llevar en este mundo nuestro. Y por favor, ¡no os dejéis robar la esperanza! ¡No dejéis que os roben la esperanza! La que nos da Jesús.
Segunda palabra. ¿Por qué Jesús entra en Jerusalén? O, tal vez mejor, ¿cómo entra Jesús en Jerusalén? La multitud lo aclama como rey. Y él no se opone, no la hace callar (cf. Lc 19,39-40). Pero, ¿qué tipo de rey es Jesús? Mirémoslo: montado en un pollino, no tiene una corte que lo sigue, no está rodeado por un ejército, símbolo de fuerza. Quien lo acoge es gente humilde, sencilla, que tiene el buen sentido de ver en Jesús algo más; tiene el sentido de la fe, que dice: éste es el Salvador. Jesús no entra en la Ciudad Santa para recibir los honores reservados a los reyes de la tierra, a quien tiene poder, a quien domina; entra para ser azotado, insultado y ultrajado, como anuncia Isaías en la Primera Lectura (cf. Is 50,6); entra para recibir una corona de espinas, una caña, un manto de púrpura: su realeza será objeto de burla; entra para subir al Calvario cargando un madero. Y, entonces, he aquí la segunda palabra: cruz. Jesús entra en Jerusalén para morir en la cruz.
Y es precisamente aquí donde resplandece su ser rey según Dios: su trono regio es el madero de la cruz. Pienso en lo que Benedicto XVI decía los cardenales: “Sois príncipes, pero de un rey crucificado. Ése es el trono de Jesús. Jesús toma sobre sí…¿por qué la Cruz? Porque Jesús toma sobre sí el mal, la suciedad, el pecado del mundo, también el nuestro, el de todos nosotros, y lo lava, lo lava con su sangre, con la misericordia, con el amor de Dios. Miremos a nuestro alrededor: ¡cuántas heridas inflige el mal a la humanidad! Guerras, violencias, conflictos económicos que se abaten sobre los más débiles, la sed de dinero, que luego nadie puede llevarse consigo, debe dejarlo. Mi abuela nos decía cuando éramos niños: el sudario no tiene bolsillos. Amor al dinero, poder, la corrupción, las divisiones, los crímenes contra la vida humana y contra la creación.
Y también -cada uno de nosotros lo sabe y lo conoce- nuestros pecados personales: las faltas de amor y de respeto a Dios, al prójimo y a toda la creación. Y Jesús en la cruz siente todo el peso del mal, y con la fuerza del amor de Dios lo vence, lo derrota en su resurrección. Este es el bien que Jesús nos hace a todos sobre el trono de la Cruz. La cruz de Cristo, abrazada con amor, nunca conduce a la tristeza, sino a la alegría, a la alegría de ser salvados y de hace un poquito lo que Él hizo el día de su muerte.
Hoy están en esta plaza tantos jóvenes: desde hace 28 años, el Domingo de Ramos es la Jornada de la Juventud. Y esta es la tercera palabra: jóvenes. Queridos jóvenes, os he visto en la procesión, cuando entrabais; os imagino haciendo fiesta en torno a Jesús, agitando ramos de olivo; os imagino mientras aclamáis su nombre y expresáis la alegría de estar con él. Vosotros tenéis una parte importante en la celebración de la fe. Nos traéis la alegría de la fe y nos decís que tenemos que vivir la fe con un corazón joven, siempre, un corazón joven, incluso a los setenta, ochenta años. ¡Corazón joven!
Con Cristo el corazón nunca envejece. Pero todos sabemos, y vosotros lo sabéis bien, que el Rey a quien seguimos y nos acompaña es un Rey muy especial: es un Rey que ama hasta la cruz y que nos enseña a servir, a amar. Y vosotros no os avergonzáis de su cruz. Más aún, la abrazáis porque habéis comprendido que la verdadera alegría está en el don de sí mismo, en el don de sí, en salir de sí mismos y que con el amor de Dios Él ha triunfado sobre el mal precisamente con el amor.
Lleváis la cruz peregrina a través de todos los continentes, por las vías del mundo. La lleváis respondiendo a la invitación de Jesús: «Id y haced discípulos de todos los pueblos» (Mt 28,19), que es el tema de la Jornada Mundial de la Juventud de este año. La lleváis para decir a todos que, en la cruz, Jesús ha derribado el muro de la enemistad, que separa a los hombres y a los pueblos, y ha traído la reconciliación y la paz.
Queridos amigos, también yo me pongo en camino con vosotros, desde hoy, sobre las huellas del beato Juan Pablo II y Benedicto XVI. Ahora estamos ya cerca de la próxima etapa de esta gran peregrinación de la cruz. Miro con alegría al próximo mes de julio, en Río de Janeiro. Os doy cita en aquella gran ciudad de Brasil. Preparaos bien, sobre todo espiritualmente en vuestras comunidades, para que este encuentro sea un signo de fe para el mundo entero ¡Los jóvenes deben decir al mundo: es bueno ir con Jesús! ¡es bueno andar con Jesús! ¡es bueno el mensaje de Jesús!…¡es bueno salir de sí mismos, ir a la periferia del mundo y de la existencia para llevar a Jesús! Tres palabras: alegría, cruz, jóvenes.
Pidamos la intercesión de la Virgen María. Ella nos enseña el gozo del encuentro con Cristo, el amor con el que debemos mirarlo al pie de la cruz, el entusiasmo del corazón joven con el que hemos de seguirlo en esta Semana Santa y durante toda nuestra vida. Así sea.”
domingo, 24 de marzo de 2013
martes, 19 de marzo de 2013
Homilia completa de la misa de inauguración del Papa Francisco
Queridos
hermanos y hermanas
Doy
gracias al Señor por poder celebrar esta Santa Misa de comienzo del
Ministerio Petrino en la solemnidad de San José, esposo de la Virgen María
y patrono de la Iglesia universal: es una coincidencia muy rica de significado,
y es también el onomástico de mi venerado Predecesor: le estamos cercanos con
la oración, llena de afecto y gratitud.
Saludo con
afecto a los hermanos Cardenales y Obispos, a los presbíteros, diáconos,
religiosos y religiosas y a todos los fieles laicos. Agradezco por su presencia
a los representantes de las otras Iglesias y Comunidades eclesiales, así como a
los representantes de la comunidad judía y otras comunidades religiosas. Dirijo
un cordial saludo a los Jefes de Estado y de Gobierno, a las delegaciones
oficiales de tantos países del mundo y al Cuerpo Diplomático.
Hemos
escuchado en el Evangelio que «José hizo lo que el ángel del Señor le había
mandado, y recibió a su mujer» (Mt 1,24). En estas palabras se encierra ya la
la misión que Dios confía a José, la de ser custos, custodio. Custodio ¿de
quién? De María y Jesús; pero es una custodia que se alarga luego a la Iglesia,
como ha señalado el beato Juan Pablo II: «Al igual que cuidó
amorosamente a María y se dedicó con gozoso empeño a la educación de
Jesucristo, también custodia y protege su cuerpo místico, la Iglesia, de la que
la Virgen Santa es figura y modelo» (Exhort. ap. Redemptoris Custos, 1).
¿Cómo
ejerce José esta custodia? Con discreción, con humildad, en silencio, pero con
una presencia constante y una fidelidad y total, aun cuando no comprende. Desde
su matrimonio con María hasta el episodio de Jesús en el Templo de Jerusalén a
los doce años, acompaña en todo momento con esmero y amor. Está junto a María,
su esposa, tanto en los momentos serenos de la vida como los difíciles, en el
viaje a Belén para el censo y en las horas temblorosas y gozosas del parto; en
el momento dramático de la huida a Egipto y en la afanosa búsqueda de su hijo
en el Templo; y después en la vida cotidiana en la casa de Nazaret, en el
taller donde enseñó el oficio a Jesús.
¿Cómo vive José su vocación como custodio de María, de Jesús, de la Iglesia? Con la atención constante a Dios, abierto a sus signos, disponible a su proyecto, y no tanto al propio; y eso es lo que Dios le pidió a David, como hemos escuchado en la primera Lectura: Dios no quiere una casa construida por el hombre, sino la fidelidad a su palabra, a su designio; y es Dios mismo quien construye la casa, pero de piedras vivas marcadas por su Espíritu. Y José es «custodio» porque sabe escuchar a Dios, se deja guiar por su voluntad, y precisamente por eso es más sensible aún a las personas que se le han confiado, sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas.
En él, queridos amigos, vemos cómo se responde a la llamada de Dios, con disponibilidad, con prontitud; pero vemos también cuál es el centro de la vocación cristiana: Cristo. Guardemos a Cristo en nuestra vida, para guardar a los demás, salvaguardar la creación.
Pero la vocación de custodiar no sólo nos atañe a nosotros, los cristianos, sino que tiene una dimensión que antecede y que es simplemente humana, corresponde a todos. Es custodiar toda la creación, la belleza de la creación, como se nos dice en el libro del Génesis y como nos muestra San Francisco de Asís: es tener respeto por todas las criaturas de Dios y por el entorno en el que vivimos. Es custodiar a la gente, el preocuparse por todos, por cada uno, con amor, especialmente por los niños, los ancianos, quienes son más frágiles y que a menudo se quedan en la periferia de nuestro corazón. Es preocuparse uno del otro en la familia: los cónyuges se guardan recíprocamente y luego, como padres, cuidan de los hijos, y con el tiempo, también los hijos se convertirán en cuidadores de sus padres. Es vivir con sinceridad las amistades, que son un recíproco protegerse en la confianza, en el respeto y en el bien.
En el fondo, todo está confiado a la custodia del hombre, y es una responsabilidad que nos afecta a todos. Sed custodios de los dones de Dios. Y cuando el hombre falla en esta responsabilidad, cuando no nos preocupamos por la creación y por los hermanos, entonces gana terreno la destrucción y el corazón se queda árido.
Por desgracia, en todas las épocas de la historia existen «Herodes» que traman planes de muerte, destruyen y desfiguran el rostro del hombre y de la mujer. Quisiera pedir, por favor, a todos los que ocupan puestos de responsabilidad en el ámbito económico, político o social, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad: seamos «custodios» de la creación, del designio de Dios inscrito en la naturaleza, guardianes del otro, del medio ambiente; no dejemos que los signos de destrucción y de muerte acompañen el camino de este mundo nuestro. Pero, para «custodiar», también tenemos que cuidar de nosotros mismos.
Recordemos que el odio, la envidia, la soberbia ensucian la vida. Custodiar quiere decir entonces vigilar sobre nuestros sentimientos, nuestro corazón, porque ahí es de donde salen las intenciones buenas y malas: las que construyen y las que destruyen. No debemos tener miedo de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura.
Y aquí añado entonces una ulterior anotación: el preocuparse, el custodiar, requiere bondad, pide ser vivido con ternura. En los Evangelios, San José aparece como un hombre fuerte y valiente, trabajador, pero en su alma se percibe una gran ternura, que no es la virtud de los débiles, sino más bien todo lo contrario: denota fortaleza de ánimo y capacidad de atención, de compasión, de verdadera apertura al otro, de amor. No debemos tener miedo de la bondad, de la ternura.
Hoy, junto a la fiesta de San José, celebramos el inicio del ministerio del nuevo Obispo de Roma, Sucesor de Pedro, que comporta también un poder. Ciertamente, Jesucristo ha dado un poder a Pedro, pero ¿de qué poder se trata? A las tres preguntas de Jesús a Pedro sobre el amor, sigue la triple invitación: Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas. Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio, y que también el Papa, para ejercer el poder, debe entrar cada vez más en ese servicio que tiene su culmen luminoso en la Cruz; debe poner sus ojos en el servicio humilde, concreto, rico de fe, de San José y, como él, abrir los brazos para custodiar a todo el Pueblo de Dios y acoger con afecto y ternura a toda la humanidad, especialmente los más pobres, los más débiles, los más pequeños; eso que Mateo describe en el juicio final sobre la caridad: al hambriento, al sediento, al forastero, al desnudo, al enfermo, al encarcelado (cf. Mt 25,31-46). Sólo el que sirve con amor sabe custodiar.
En la segunda Lectura, San Pablo habla de Abraham, que «apoyado en la esperanza, creyó, contra toda esperanza» (Rm 4,18). Apoyado en la esperanza, contra toda esperanza. También hoy, ante tantos cúmulos de cielo gris, hemos de ver la luz de la esperanza y dar nosotros mismos esperanza. Custodiar la creación, cada hombre y cada mujer, con una mirada de ternura y de amor; es abrir un resquicio de luz en medio de tantas nubes; es llevar el calor de la esperanza.
Y, para el creyente, para nosotros los cristianos, como Abraham, como San José, la esperanza que llevamos tiene el horizonte de Dios, que se nos ha abierto en Cristo, está fundada sobre la roca que es Dios.
Custodiar a Jesús con María, custodiar toda la creación, custodiar a todos, especialmente a los más pobres, custodiarnos a nosotros mismos; he aquí un servicio que el Obispo de Roma está llamado a desempeñar, pero al que todos estamos llamados, para hacer brillar la estrella de la esperanza: protejamos con amor lo que Dios nos ha dado.
Imploro la intercesión de la Virgen María, de San José, de los Apóstoles San Pedro y San Pablo, de San Francisco, para que el Espíritu Santo acompañe mi ministerio, y a todos vosotros os digo: Orad por mí.
Amen.
viernes, 15 de marzo de 2013
jueves, 14 de marzo de 2013
Papa Francisco
Francisco: Un nombre que hace mención al fundador de los franciscanos, los frailes más pobres
Francisco es, como la falta de ordinal indica, un
nombre inédito en el papado de la Iglesia. En el caso del nuevo
pontífice hace referencia, al parecer, a la figura de Francisco de Asís,
aunque no es descartable que sea un guiño a la orden en la que lleva
décadas, los Jesuitas y por tanto recuerde a Francisco Javier (Javier no
tiene traducción en otros idiomas).
Lo cierto es que el hasta ayer arzobispo de
Buenos Aires reconoció hace mucho que Francisco de Asís había marcado su
vida. Este fue un hombre que creó una orden nueva en la edad media, un
grupo que chocó en muchas ocasiones con la dirección de la Iglesia, pero
a la que nunca pudieron echar del seno de Roma por dos razones: estaba
formada por hombres santos sin fisuras con el dogma y a ella acudían
quienes buscaban una Iglesia pegada a la pobreza y, si no la encontraban
en el la ortodoxia, saldrían camino de la herejía.
Pero la obra de San Francisco es poliédrica. No
solo era el más pobre -él, que por nacimiento era rico- sino que hacía
del amor a los demás su forma de relacionarse. Es el ecumenismo
franciscano que ha hecho de Asís el centro de las celebraciones entre
religiones que los últimos papas promovieron. Por si eso fuera poco,
promovía el ecologismo en versión medieval -no hay más que recordar la
historia con el hermano lobo-. «Amor y hermandad».
La otra base de su nombre, la de San Francisco
Javier, mano derecha de Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de
Jesús, habla de los misioneros. Es la imagen más cercana a los demás que
tienen los jesuitas, aquel que da su vida por quienes no conoce, como
el mismo San Francisco Javier hizo en el lejano Oriente.
Fuente "La Voz de Galicia"
martes, 12 de febrero de 2013
PAPI QUE SIGNIFICA SER POBRE?
Un padre económicamente acomodado, queriendo que su hijo supiera lo que
es ser pobre, lo llevó para que pasara un par de días en el monte con
una familia campesina. Pasaron tres días y dos noches en su vivienda del
campo.
En el automóvil, retornando a la ciudad, el padre preguntó a su hijo:
- ¿Qué te pareció la experiencia?..
- Buena - contestó el hijo con la mirada puesta a la distancia.
- Y... ¿qué aprendiste? - insistió el padre...
El hijo contestó:
El padre quedó impactado por la profundidad de su hijo...y entonces el hijo terminó:
- Gracias papá, por haberme enseñado lo pobres que somos!
Cada día estamos más pobres de espíritu y de apreciación por la naturaleza que son las grandes obras del universo. Nos preocupamos por TENER, TENER, TENER y nos olvidamos del SER, SER, SER....
En el automóvil, retornando a la ciudad, el padre preguntó a su hijo:
- ¿Qué te pareció la experiencia?..
- Buena - contestó el hijo con la mirada puesta a la distancia.
- Y... ¿qué aprendiste? - insistió el padre...
El hijo contestó:
- Que nosotros tenemos un perro y ellos tienen cuatro.
- Nosotros tenemos una piscina con agua estancada que llega a la mitad del jardín... y ellos tienen un río sin fin, de agua cristalina, donde hay pececitos.
- Que nosotros importamos linternas del Oriente para alumbrar nuestro jardín...mientras que ellos se alumbran con las estrellas, la luna y velas sobre la mesa.
- Nuestro patio llega hasta la cerca.y el de ellos llega al horizonte.
- Que nosotros compramos nuestra comida;...ellos, siembran y cosechan la de ellos.
- Nosotros oímos CD's... Ellos escuchan una perpetua sinfonía de golondrinas, pericos, ranas, sapos, chicharras y otros animalitos....todo esto a veces dominado por el sonoro canto de un vecino que trabaja su monte.
- Nosotros cocinamos en estufa eléctrica... Ellos, todo lo que comen tiene ese sabor del fogón de leña.
- Para protegernos nosotros vivimos rodeados por un muro, con alarmas.... Ellos viven con sus puertas abiertas, protegidos por la amistad de sus vecinos.
- Nosotros vivimos conectados al teléfono móvil, al ordenador, al televisor... Ellos, en cambio, están "conectados" a la vida, al cielo, al sol, al agua, al verde del monte, a los animales, a sus siembras, a su familia.
El padre quedó impactado por la profundidad de su hijo...y entonces el hijo terminó:
- Gracias papá, por haberme enseñado lo pobres que somos!
Cada día estamos más pobres de espíritu y de apreciación por la naturaleza que son las grandes obras del universo. Nos preocupamos por TENER, TENER, TENER y nos olvidamos del SER, SER, SER....
miércoles, 28 de noviembre de 2012
Sacramentos (1)
Bueno vamos a empezar con alguna pregunta para que se pueda reflexionar y a su vez, ver que conocimientos tenemos, vamos a empezar con los sacramentos:
¿Hay una lógica interna que vincule entre sí a los sacramentos?
¿Hay una lógica interna que vincule entre sí a los sacramentos?
- Todos los SACRAMENTOS son un encuentro con Cristo, que es él mismo el sacramento original.
- Hay sacramentos de la INICIACIÓN, que introducen en la fe: BAUTISMO, CONFIRMACIÓN y EUCARISTÍA.
- Hay sacramentos de curación: PENITENCIA y UNCIÓN DE ENFERMOS.
- Y hay sacramentos que están al servicio de la comunión y misión de los fieles: MATRIMONIO y ORDEN SACERDOTAL.
- El Bautismo vincula a Cristo.
- La Confirmación nos concede su Espíritu Santo.
- La Eucaristía nos hace uno con él.
- La Penitencia nos reconcilia con Cristo.
- Mediante la Unción de los enfermos es Cristo quien cura, fortalece y consuela.
- En el sacramento del Matrimonio Cristo promete su amor en nuestro amor y su fidelidad en nuestra fidelidad.
- Mediante el sacramento del Orden Sacerdotal, los sacerdotes son capacitados para perdonar pecados y celebrar la Santa Misa.
Vamos a empezar con los 3 primeros (Iniciación):
Bautismo:
- ¿Qué es el Bautismo?
- ¿Cómo se administra el Bautismo?
- ¿Quién puede ser bautizado y qué se le exige a un candidato al Bautismo?
- ¿Por qué mantiene la Iglesia la práctica del Bautismo de niños?
- ¿Quién puede administrar el Bautismo?
- ¿Es realmente el Bautismo el único camino para la salvación?
- ¿Qué ocurre en el Bautismo?
- ¿Qué supone recibir un nombre en el Bautismo?
- ¿Por qué los cristianos deben procurar elegir en el Bautismo los nombres de grandes santos?
Confirmación:
- ¿Qué es la Confirmación?
- ¿Qué dice la Sagrada Escritura acerca del sacramento de la Confirmación?
- ¿Qué sucede en la Confirmación?
- ¿Quién puede ser confirmado y qué se exige a quien solicita la Confirmación?
- ¿Quién puede administrar la Confirmación?
Eucaristía:
- ¿Qué es la Sagrada Eucaristía?
- ¿Cuándo instituyó Jesús la Eucaristía?
- ¿Cómo instituyó Jesús la Eucaristía?
- ¿Cuál es la importancia de la Eucaristía para la Iglesia?
- ¿Qué nombres hay para el banquete de Jesús con nosotros y qué significan?
- ¿Qué elementos forman parte necesariamente de la Santa Misa?
- ¿Cómo está estructurada la Santa Misa?
- ¿Quién preside la celebración eucarística?
- ¿De qué modo está presente Cristo cuando se celebra la Eucaristía?
- ¿Qué sucede con la Iglesia cuando celebra La Eucaristía?
- ¿Cómo debemos venerar correctamente al Señor presente en la Eucaristía?
- ¿Con qué frecuencia debe participar un católico en la Eucaristía?
- ¿Cómo debo prepararme para poder recibir La Sagrada Eucaristía?
- ¿Cómo me transforma la Sagrada Comunión?
- ¿Puede darse la Eucaristía también a los cristianos no católicos?
- ¿De qué modo es la sagrada Eucaristía una anticipación de la vida eterna?
miércoles, 21 de noviembre de 2012
La confirmación
LA CONFIRMACIÓN
Jesús, antes de irse de este mundo quiso dejarnos algunos medios que nos ayudaran a salvarnos. Estos medios se llaman los SACRAMENTOS.
¿QUÉ ES LA CONFIRMACIÓN?
Te contaremos la historia:
Cincuenta días después de que Cristo murió y resucitó, estaban reunidos los 11 apóstoles. Todos tenían mucho miedo. Entonces bajó sobre ellos el ESPÍRITU SANTO de Dios en forma de lenguas de fuego. En ese momento su debilidad y miedo se convirtieron en fuerzas sobrehumanas para ir a enseñar y a defender delante de todos, lo que Cristo les había enseñado.
¿ QUÉ NOS EXIGE EL ESTAR CONFIRMADOS ?
Jesús, antes de irse de este mundo quiso dejarnos algunos medios que nos ayudaran a salvarnos. Estos medios se llaman los SACRAMENTOS.
¿QUÉ ES LA CONFIRMACIÓN?
- Cuando naces recibes el BAUTISMO, pero eres tan pequeño que realmente no entiendes lo que está pasando.
Con el sacramento de la CONFIRMACIÓN, LA PERSONA ACEPTA VOLUNTARIAMENTE LA FE DE CRISTO.
Esto significa que, cuando eres mayor y recibes la Confirmación, aceptas ser católico. - La CONFIRMACIÓN es el sacramento en el que DIOS TE DA SU ESPÍRITU SANTO.
Te contaremos la historia:
Cincuenta días después de que Cristo murió y resucitó, estaban reunidos los 11 apóstoles. Todos tenían mucho miedo. Entonces bajó sobre ellos el ESPÍRITU SANTO de Dios en forma de lenguas de fuego. En ese momento su debilidad y miedo se convirtieron en fuerzas sobrehumanas para ir a enseñar y a defender delante de todos, lo que Cristo les había enseñado.
- Este día se llamó "PENTECOSTÉS".
- Después la Biblia, en una parte que se llama los Hechos de los Apóstoles, nos cuenta que ellos IMPONÍAN (les ponían en la cabeza) las manos a otros hombres para que recibieran el ESPÍRITU SANTO. Así fueron las primeras confirmaciones.
- Dijimos que en la CONFIRMACIÓN, DIOS NOS DA SU ESPÍRITU SANTO.¿Y qué pasa cuando recibimos al Espíritu Santo?
- 1) CRECEN NUESTRAS FUERZAS ESPIRITUALES. Igual que les pasó a los apóstoles, se hace más fuerte nuestra fe. El sacramento de la confirmación es como un PENTECOSTÉS para cada uno de los bautizados.
- 2) NOS HACEMOS LEALES A CRISTO
- a) Somos leales a Cristo nuestro Rey, enseñamos sin miedo a todos, que somos católicos.
- b) Le defendemos cuando alguien habla mal de Él o de su religión. Jesús no nos enseñó la violencia.
- c) Le servimos, tratando de extender su reino de amor entre los hombres
- 3) NOS UNIMOS MÁS A CRISTO Y A LA IGLESIA: Porque por nuestra propia voluntad decidimos formar parte de ella.
- La CONFIRMACIÓN debe hacerla el SEÑOR OBISPO o un delegado suyo (alguien a quien él le da permiso especial para hacerlo).
Sólo en caso de que haya peligro de muerte puede confirmar cualquier sacerdote - El Obispo unta el SANTO CRISMA en forma de cruz en la frente de la persona. El santo crisma es un aceite especial que el Obispo bendice cada año en la misa del Jueves Santo.
- Después el Obispo le IMPONE LAS MANOS, y le dice:
- "RECIBE POR ESTA SEÑAL EL DON DEL ESPÍRITU SANTO"
- La CRUZ que se hace sobre la frente es un símbolo poderoso si se entiende de verdad.
¿Vivo todos los días como si llevara una cruz de mi Rey Cristo marcada en la frente ?
Entonces pensemos:
¿ QUÉ NOS EXIGE EL ESTAR CONFIRMADOS ?
- Al recibir la confirmación nos obligamos a:
- 1) Tratar de tener una BUENA CULTURA RELIGIOSA, para poder defender la fe contra sus enemigos.
- 2) A que, cuando hables de tu religión católica, no te importe lo que opinan otros de ti.
- 3) A hacer APOSTOLADO, esto es trabajar para ayudar a los otras personas en sus necesidades humanas y a que conozcan a Cristo y todas sus enseñanzas.
- 4) A tratar de VIVIR EN GRACIA, esto es, vivir sin pecado en nuestra alma.
- 1)¿Qué se necesita para poder confirmarse?
Para confirmarse se necesita:- a) Tener uso de razón, esto es, tener edad suficiente para pensar y decidir.
- b) Profesar la fe católica y estar bautizado.
- c) Querer recibir el sacramento.
- d) Estar en gracia, es decir, no tener pecado alguno.
- e) Estar preparado para ser testigo de Cristo.
- 2) ¿Hay PADRINOS en la Confirmación ?
Sí, hay un padrino O madrina. El padrino debe ser un católico que viva como tal y que ya esté confirmado. El padrino debe hacer cuanto pueda para que su ahijado lleve una vida católica plena
miércoles, 14 de noviembre de 2012
Objetos y lugares
ALTAR:
De la voz latina ALTA que
significa elevado, es el centro de la celebración, pues en este lugar se
celebra al misa.
CREDENCIA:
Es la mesa colocada cerca
en el altar, donde van los objetos que se usan durante la misa.
ATRIL:
Se usa para poner el Misa,
ahí se ubica el monitor.
AMBON:
Se usa SOLO para las
lecturas y la homilía.
VELAS:
La luz es símbolo de vida,
verdad y amor, también es la actitud que debemos tener como cristianos:
“Ustedes son la luz del mundo”
CALIZ:
Es la copa de la cena,
contiene el vino transformado en la Sangre de Cristo
COPON:
Es el vaso especial para
guardar las hostias consagradas
PAN y VINO:
Símbolo de alegría y
prosperidad, y del trabajo del hombre, que se convierten en cuerpo y sangre de
Cristo.
INCIENSO:
Indica respeto y sentido
sagrado y una actitud de elevación de la mente hacia Dios.
AGUA BENDITA:
Es símbolo de
purificación, vida y fecundidad
Que significan los colores
LOS COLORES
En la liturgia los colores
también hablan y también para los que celebran, asi podemos saber en que
momento y que actitud debemos tener durante ciertos periodos del año ,para
poder celebrar mejor la Fe.
COLOR ROJO:
Indica amor, fuego,
sangre. Este color se usa el Domingo de Ramos, Viernes Santo, Pentecostés, en
la fiesta de la Exaltación de la cruz y las fiestas de los mártires y
apóstoles.
COLOR VERDE:
Se usa durante el tiempo
ordinario. Indica esperanza.
COLOR BLANCO:
Indica alegría, Se usa
para la Pascua, fiesta de navidad, Fiestas del Señor, fiestas de la Virgen,
Fiestas de Ángeles y Santos no mártires.
COLOR MORADO:
Es un signo de Penitencia
y conversión. Se usa en el tiempo de Adviento, Cuaresma, en Misa de difuntos,
en celebraciones penitenciales
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